viernes, 25 de septiembre de 2009

El tren Chengdu-Kunming

Al volver a Chengdu, los billetes, en cama blanda, que dejamos pagados en nuestro anterior paso por aquí, como era previsible, no estaban. Mi impresión es que pensaron que no volveríamos (y casi aciertan). Anoche dijeron que esperáramos a la mañana y ya es la mañana, faltan un par de horas para que salga el tren y vamos perdidos de una planta del hotel a otra persiguiendo a no se quien que no aparece.
La liamos parda, nos entendieron muy bien a la hora de cobrarnos pero ahora nadie sabe lo que reclamamos. En la recepción tratan de hacerse los suecos aunque salta a la vista que son chinos. Nos ponen al teléfono con alguien que ni en inglés nos entiende pero sí le entendemos que no están los billetes y que tratarán de solucionarlo... nos suben en un par de taxis y vamos todos detrás de una parejita que sólo habla chino hasta la estación. Precisamente los dejamos reservados porque era imposible conseguirlos en el día.

En la espera, en la explanada ante el edificio de la estación, a mi compañero le ponen una multa de 5 yuanes por tirar la colilla al suelo, en medio de la calle y en un lugar lleno de todo tipo de porquerías, aparte de las colillas y todo el público fumando. Entendimos al policía perfectamente lo que me deja bien clarito que, cuando ellos quieren, la comunicación es fluida.
Nos rodearon como si de un circo se tratara. Nuestro público tira al suelo las colillas y el policía, o lo que sea, a ellos no les multa, nos hacen un corro y hablan y ríen a carcajadas. No hace falta saber idiomas para entender lo que sucede.
En fin, como de esperar los billetes se trata y estamos en medio de un buen montón de gente, se me ocurre montar mi teatrillo particular y les cuento un cuento en voz bien alta, del que ellos tampoco entienden nada, por supuesto, y me paseo luego entre el corrillo y con voz más susurrante voy señalándoles que si la camisa, que si los pies, que si las orejas y diciendo cosas sin sentido pero ellos no lo saben. Se cierran sus bocas y se abren sus ojos, ya sólo me faltaba ponerme a cantar y luego pasar la gorra, pero mis mosqueteros me sacan de allí por las bravas, rápido, que perdemos el tren. (Ya está esta mujer haciendo cosas raras y provocando).

Hemos conseguido los billetes, pero “en cama dura” y ya se verá si luego queda algo libre, total, el viajecito solamente es de casi dos días.

Cada uno vamos en un vagón distinto, aunque se pasan a verme de vez en cuando mis queridos cuidadores. Un par de días aquí, con estas tres comiendo pipas enfrente y mirando de esa forma que miran pueden resultar terribles o muy interesantes.
Las tres mujeres que tengo enfrente parecen abuela, madre e hija, las tres son guapas, comen, se lavan, duermen, vuelven a comer. La que parece la madre, también está leyendo y muestra interés por saber que libro me traigo entre manos, forrado con papel de periódico: es la entrevista a Jiang Quing "la emperatriz roja" de Françoise D´Eaubonne y no se lo pienso decir ni de broma.
En un tren chino, desde Chengdu a Kunming, me acuerdo de que llevo conmigo esta pluma, regalo del compañero de los preciosos viajes en moto, con sus últimos cartuchos. Paisaje en verde, como el de mi tierra pero visto con lentes de aumento.
Nada me sorprende como no sea el descaro de esta gente, su forma de hacer, como si estuvieran solos. El compañero fogoso debería cambiarme el sitio, la mujer de enfrente tiene unas piernas preciosas a pesar de que ya tiene sus añitos y la más joven es una auténtica porcelana.
Me miran con todo descaro pero no estoy dispuesta a cortarme, digan lo que digan mis tres mosqueteros, que me han pedido que sea buena y discreta.
Se me da muy bien imitar miradas, a una inquisidora, respondo con otra igual. Hasta me parece que el juego les gusta, ya han venido dos a meter sus narices en mis papeles y decir cosas sobre mis letras. Y aprovechan a tocar, con disimulo, pero tocan. He puesto cara de asombro cuando el hombre de la camisa blanca puso su mano en mi cuello y la mujer de enfrente se ha encarado con él. (Gracias, buena mujer, estaba a punto de darle un sopapo).
Extraño tener cerca algún amigo de mi edad y aficiones. Alguien que no se mosqueara cuando me da el puntazo de hacer el cabra. Hay un exceso de "corrección" para mi gusto que por momentos me lleva al aburrimiento, pero posiblemente sean ellos los que acierten, aunque sigo sin entender que no quieran salir de noche, ni entrar en el bar que elijo, todos les parecen "raros".
Escasa de palabras ando estos días y se me quejan pero sigo callada, si hablo puede ser bastante peor, no se me ocurren más que malas ideas.

Concentrada en contar los largos túneles que vamos pasando, ya llevo dieciséis, la vía atraviesa unas estribaciones del Himalaya, según mis cuentas estamos aproximadamente a unos 2.000 metros de altitud, en el paralelo 24.
Entre los poquitos claros que quedan entre tanto túnel (¿cuántos chinos habrán muerto construyéndolos?), un alucinante paisaje de valles y montañas, ríos, cascadas, poblados con casas de adobe y techados con tejas negras humeantes. No tienen chimenea y el humo se escapa por todas las rendijas del techo.
Personajes peculiares de otras razas, tocados con unos sombreros de colores y gruesas trenzas alrededor, de piel más oscura y ojos más redondos. Trabajan la tierra o caminan cargados con sus cestos y aperos. Los cultivos predominantes siguen siendo el maíz y el arroz pero me pareció ver alguna pequeña plantación de tabaco y entre el maíz, de vez en cuando algún girasol. La vegetación, más escasa por la altitud, ya tiene por aquí mucho eucalipto.


Este largo viaje en tren se percibe ahora mismo como uno de esos momentos irrepetibles de la vida, tengo la fuerte impresión de que podría yo también quedarme en cualquiera de estos valles en los que parece que el tiempo se ha detenido y permanecer aquí, quieta, sin contar el tiempo.
A media noche, cuando ya he conseguido dormirme, unas azafatas, tenientes, sargentos o lo que sean estas mujeres vestidas con uniformes militares de colores según el cargo (los trenes están militarizados y el personal de mando es siempre femenino), nos despiertan y nos conducen a nuestro bien pagado (dos veces) departamento de "cama blanda".
Aún queda un día más de viaje, con su noche y aunque he disfrutado lo mío provocando con mis guiños y mis posturas extrañas a los viajeros de al lado, cantando con la niña “El mió Xuan miróme” y comprobando cual de las dos llegaba mejor con el dedo gordo del pie a la oreja, mejor será pasar el resto del tiempo con los de casa, o me bajaré en la estación que no toca.

viernes, 18 de septiembre de 2009

El teatro. Los emigrados


Era la primera vez que iba al teatro, al teatro en directo, al de verdad, no al de "en blanco y negro" como en la tele. Imposible no apasionarse, como dice el folleto, la obra no necesita comentarios, los actores tampoco.
El precio de la entrada era prohibitivo para una muchacha que trabajaba en una fábrica y que tenía que entregar el sueldo en casa, pero aquel año, después de un larguísimo esfuerzo haciendo el bachillerato nocturno, había conseguido su meta de llegar a la Universidad y aprobado todo el curso y el chico que la acompañaba en las escasas tardes libres decidió invitarla. Era su regalo para celebrar la nueva etapa recién comenzada.
En una cajita en la que guardo retales de las cosas importantes está, amarillento por el paso de los años, el tríptico que repartían a la entrada, ha hecho conmigo muchas mudanzas, tantas como once, me ha acompañado en mi particular emigración por la geografía y la vida.
Estábamos sentados en la fila cuarta y podía percibir perfectamente los gestos, la respiración de los actores. Me transmitían su angustia hasta hacerme temblar. Le comuniqué al amigo que tenía la impresión de que "EL OTRO" (José María Rodero) se estaba poniendo enfermo y el amigo me contestó: "es un gran actor, mujer, está interpretando".
Al salir del teatro, sin tan siquiera sentir el suelo bajo los pies, vimos una ambulancia, Rodero había sufrido una crisis, aguantó hasta el final de la representación pero tenían que llevarlo al hospital con urgencia.

Creo que aquella tarde significó el punto de partida de mi amor por el teatro y también el comienzo del desamor por el muchacho que me invitó pues quedé prendada de los ojos y la voz de José María Rodero.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Leshan


Amanece nuevamente un día gris en Bao Guo. Sigue diluviando y debemos volver a Chengdú, pero no sabemos el como ni el cuando. Fiel a mi rutina, he perdonado el desayuno de sabores amargos y espero a que vuelvan los chicos, arañándole minutos de soledad al día por donde puedo.
Mi propuesta para hoy sería leer y jugar a las cartas. Creo que he pillado un poco de resfriado yo también, resfriado en el alma, con estornudos de ¡¡dejadme sola!!. Necesito hacerme compañía durante un rato para reponer fuerzas y poder continuar acomodándome gustosa en la compañía de los otros.
Cargar el mochilón y volver a subir a uno de esos vehículos en los que tienes que ir de lado, conducidos por auténticos locos de la carretera de montaña, en una de las camionetas que siguen haciendo su ruta, sin parar y sin dejar de hacer roncar el claxon, no apetece especialmente. Y la lluvia que no cesa, como el rayo del poeta.

Nos animamos a media mañana a dejar el hospedaje en medio del bosque y subimos a un autobús que nos lleva a Leshan para ver al Gran Buda: enorme, tremendo, increíblemente alto, tanto como la Torre de Pisa (eso dicen los libros, no lo sé, no he estado en Pisa). Rodeado de jardines y con vistas sobre los tres ríos que aquí confluyen y que parecen un mar. Verdes y rojos dominan el paisaje.
Me escabullo de la compañía, mientras ellos buscan el encuadre ideal para enfocar al Gran Buda Maitreya (sentado en una silla y con las manos apoyadas en las rodillas).
Dicen que fue construido durante más de setenta años, para aplacar la furia de las aguas y que se las consiguió aplacar, posiblemente, gracias a la cantidad de roca que cayó al río durante los trabajos.


 
¡Por fin! Cogida de mi mano, paseo por el parque que está adornado, como todos los paseados hasta ahora, en este país que se llama a si mismo "el país del centro" con los templetes, las pagodas, los bonsáis... Algo tan simple como sentarme en un banco y mirar los barcos que surcan el río de los tres ríos, me sabe a "día de fiesta". Y con el mal tiempo podría decirse que es poca la gente que viene y que va, todos están fotografiando al Buda, siento que tengo todo el parque para mi sola.
Una pequeña escapada... me hacía falta, es muy fuerte la presión de estar a todas horas acompañada, día y noche.
Poco me duró el encanto, mis compañeros aparecen bien pronto, sofocados, asustados, pensando que me había perdido ¿cómo voy a perderme aquí? Que no lo vuelva a hacer, me dicen (a lo mejor me raptan, digo yo). Hala, a pasear con mis hombretones que siguen con la conversación de siempre: intenso debate sobre el trasero de las chinas.


Los últimos días han salido del revés, a simple vista así parece, pero, si me paro a mirar detenidamente, veo que he paseado por un bosque encantado, he visto las mariposas más grandes que jamás imaginé que pudieran existir y he subido a un monte en el que la densa niebla apenas te permitía ver el pie que ponías delante pero que te dejaba sentir el inmenso poder y la, a veces, terrible belleza de la madre tierra.
Ahora veremos si los billetes que dejamos pagados en Chengdu están donde deben y así se termina el disgusto por el extraño movimiento de ida y vuelta que hemos hecho y que ha retrasado los planes en cuatro días, los planes de quien los tuviera, por supuesto.



Recuerdo a Siddharta, el de Hermann Hesse ¿Cuántos años hace que me lo regaló aquel niño de quince años? Fue el primer regalo de cumpleaños que recibí en mi vida y cumplía los diecisiete. Aquí estoy, frente a la imagen de lo que dicen que será su próxima reencarnación. Leyendo aquel libro soñé, soñamos, con la India... hoy, estoy en China.

jueves, 3 de septiembre de 2009

El fado




Foi por vontade de Deus que eu vivo nesta ansiedade. Que todos os ais são meus, Que é toda a minha saudade. Foi por vontade de Deus. Que estranha forma de vida tem este meu coração: vive de forma perdida; Quem lhe daria o condão? Que estranha forma de vida. Coração independente, coração que não comando: vive perdido entre a gente, teimosamente sangrando, coração independente. Eu não te acompanho mais: para, deixa de bater. Se não sabes aonde vais, porque teimas em correr, eu não te acompanho mais.

Normalmente me levanto con alma de copla, si señor, puedo cantar a Mari Fe de Triana mientras me preparo el café y luego pasarme a los Judas Priest mientras conduzco hacia el trabajo, sin el menor conflicto, me gusta cantar y "casi" toda la música, pero algunas tardes, al volver a casa, ya no salen de mi garganta ni los ojos verdes, ni la zarzamora, ni siquiera me salen maldiciones, llego con alma de fado. Entonces, si consigo que el fado no me corroa, la busco a ella, a Amalia y canto alguno de los suyos, primero con voz entrecortada, luego, a voz en grito (es imposible imitarla). El perro se acurruca a mi lado y duerme, ni siquiera se sorprende, está habituado a mis cambios de estilo. Amalia funciona como un interruptor de apagar penas de a diario y enceder penas más hondas. "Extraña forma de vida", sin dios al que responsabilizar de tristezas o nostalgias, pero esa última estrofa: si no sabes donde vas ¿por qué tienes que correr?, junto con una copita del valentín y el casi terminar el paquete de cigarrillos, me dejan bien preparada par volver a amanecer con alma de copla.

sábado, 29 de agosto de 2009

Emei Shan


Es aún noche cerrada, noche de lluvia intensa, un compañero con fiebre y los demás somnolientos y cansados, ya son muchos los días de viaje y empieza a notarse su peso. Así y todo, a las tres de la mañana, estamos listos para emprender la marcha hacia Emei Shan que es una de las cuatro montañas sagradas para los budistas chinos y cuya cima alcanza los 3.099 metros.
Pero los elementos nos declararon la guerra, los elementos y también el “amigo” que nos vendió el billete, que no está en el lugar acordado y nos vemos, confundidos, dando vueltas por este tranquilo lugar, tratando de averiguar de dónde demonios sale el dichoso autobús, con cierto nervio, aguzando el olfato y el oído por ver si nuestros atrofiados sentidos nos indican el lugar por donde pasará el transporte.
Niebla densa, agua a cántaros, para que no viéramos nada y un autobús que no nos llevó a la cima sino al pie de unas escaleras empinadas que nos conducirían a un telecabina con una cola de más de una hora.
El sueño me puede y no soy capaz de prestar atención a la conversación que me da el turista chino que se sienta a mi lado y que me relata algo sobre lo difícil que le resulta entender que los europeos tengamos tantas vacaciones, concepto extraño para su cultura.
Al menos me he divertido en estas horas que deberían ser de dormir. Uno de los compañeros se empeñó en alquilar un abrigo de los de la guerra, parece recién salido de una trinchera, deben ser las sobras de la guerra con Japón. Y el paseo desde el final del trayecto del autobús hasta el telecabina también ha sido interesante: decenas de chinos con palanquines subían a algunos turistas y bajaban luego a toda leche, de vacío, por los escalones empinados.Van a toda velocidad subiendo a la gente para poder ganar un poco más de dinero.
Debía ser precioso el ver amanecer en Emei-Shan, debía de serlo, seguro que lo era, pero nos quedamos con las ganas de saberlo y con un día tonto en el que nada sale bien y... con mucho sueño y mucho cansancio.
Claro, al llegar al telecabina, los dos compañeros que tienen miedo al avión, a las alturas y a ese tipo de artilugios, se demoran en tomar la decisión, que si hay mucha cola… no vamos a llegar… ya está amaneciendo… Se alarga un poco la resolución del problema y vemos amanecer en la cola de sacar el billete, por suerte pude evadirme del dilema planteado y sentir el privilegio de una nueva mañana en un lugar y en una situación nada corriente, por suerte y por poner la antena en otra parte y entretenerme pensando en lo que pudieron hacer ayer los miembros de una curiosa familia que hace cola delante de mi o dónde habrán nacido los hombres que siguen subiendo y bajando a toda prisa a los turistas en los palanquines.


Después de un tira y afloja, al final subimos, ya ha amanecido, pero da lo mismo, la niebla es muy espesa.
Arriba, hace viento y frío y tampoco se ve nada, la niebla no levanta y no vemos ni dónde ponemos los piés. Se adivina una explanada grande coronando una montaña imponente pero el paisaje es sólo un cuadro de un gris muy oscuro. Comenzamos a darle vueltas a lo que imaginamos puede ser un camino, por intentar ver algo, pero el frío y la lluvia nos obligaron a buscar refugio.



Entramos en un edificio, allí sirven té a los que han peregrinado, lo llevan monjes budistas, al menos, nos resguardamos del tiempo infernal. Visto como avanza el malestar en el compañero con gripe, la decisión está clara, bajar de la forma más rápida al hotel y meterlo en cama con algún caldito, imposible hacer la ruta de los monasterios. Saborear este té que los monjes nos ofrecen y calentarnos en las estufas.
Ha sido una verdadera lástima nuestro intento de aventura de montaña, no le hemos podido sacar provecho. Tarareo el estribillo de la canción de Krahe "cuando todo da lo mismo, ¿por qué no hacer alpinismo?", con poco éxito, ningún aplauso.
Así pues, los planes se han ido al traste y volveremos a Chengdu para desde allí hacer el salto a Kunming, pasando a hacerle al Gran Buda de Leshan la visita de rigor. Y yo, con mis botas nuevas, compradas para la ocasión, me quedo sin hacer esas noches en los monasterios que tanto me ilusionaban y sin hacer monte y los compañeros andan un poco revueltos, uno enfermo, los otros dos con el "si hubiéramos hecho lo que yo propuse..."
El tiempo empeora, la lluvia es fuerte, incesante, todo el día lo fue y lo sigue siendo de noche, parece que fuera a arrancar los árboles del parque que rodea nuestro hospedaje. Dicen que si continúa así, mejor no nos movemos y esperamos a que el tiempo mejore para continuar.

jueves, 13 de agosto de 2009

Bao-Guo


En un autobús, que como todo en este inmenso país, va hasta los topes de gente, nos dirigimos a BaoGuo. Paisajes de campos de arroz, montañas muy verdes, quizás sean plantaciones de té, no se distingue bien, ríos que parecen mares, algunas pequeñas poblaciones rurales, más centrales térmicas... Continúo con mi obsesión de encontrar una pinza para tender la ropa y sigo sin verla. Tienden en perchas o atando la ropa a la cuerda, me parece muy extraño ese dato, diría que no conocen las pinzas en China. Por supuesto que mi comentario consigue que los ojos de mis compañeros se abran implorando un pensamiento más profundo por mi parte pero esto es lo que hay, pienso en las pinzas de la ropa que no veo por ninguna parte.



Iba, el autobús, haciendo paradas para subir y bajar gente y no quiero ni contar las horas que nos llevó el traslado. Casi al final del trayecto, se sube un muchacho que parece conocer a todo el mundo y nos asalta, cosa rara, primero para practicar inglés y luego nos da palique y nos enseña ese párrafo en la Lonely en donde sale su nombre. Me parece un caza turistas haciendo la ruta del bus a ver a quien se encuentra, pero al menos nos da un poco de conversación en inglés y se procura nuestra confianza, cosa que hasta ahora no habíamos probado. Al final del trayecto nos mete en un taxi y nos conduce hasta un hotel y nos sugiere tanto restaurante como rutas para la tarde. En cuanto nos sentamos en la mesa, desaparece como por ensalmo.




El restaurante era de su hermana que tenía unos niños preciosos y el hotelito, con sus jardines, estupendo, aunque a mi compañero de cuarto no le gusta pues está poblado de dragoncitos.
Menos mal que entro la primera en la ducha y le evito el tener que enfrentarse al ejército de cucarachas (panderoles, les llama aterrorizado) al que aniquilo con mis botas nuevas. Desde luego que tengo el día ñoño y a falta de mejor cosa que hacer me doy un paseo por los jardines buscando bichitos y hablando con ellos, como me vean me tomarán por loca. Me agrada este lugar, lejos del bullicio de esa gran ciudad que dejamos anoche, rodeado de bosques y montañas.
Visitamos dos templos budistas aquí mismo, el monasterio de BaoGuo, de igual nombre que la población y otro más alto que no sé como se llama. Hay un calor húmedo insoportable, tanto, que no he querido ni mirar la guía para anotar el nombre del lugar.
Pero el paseo es uno de los paseos inolvidables de la vida, un paseo en el que da lo mismo no darle la mano a nadie o que el alguien que te acompañó a la estación haya desaparecido, me siento como si estuviera caminando por uno de los cuentos que me imaginé en la primera infancia. Bosque frondoso, edificios cuidados que irradian paz, un puente aquí, un templete allá, los cantos de los pájaros, podría quedarme caminando este sendero toda la vida.
Canturreo lo primero que se me viene a la cabeza, Amancio Prada y "libre te quiero".

Unas mariposas enormes, centenares de mariposas, nos acompañan a todas partes. Estamos en el país de las mariposas de mil colores. El paseo alrededor del monasterio de BaoGuo discurre entre bosques de bambú.
Es el bosque ideal para los panda pero no están aquí, no están libres los pandas en este bosque. Dicen que están cerca pero no hay afición a los pandas en mi equipo.


jueves, 16 de julio de 2009

Canto que ha sido valiente

Me senté a escribir, por regalarme un rato de placer, pero no me apetecía relatar la visita a algún lugar, tampoco el contar vida y magia o miseria (según se mire) del discurrir cotidiano.
Mujer afortunada o experta en buscarse la fortuna... que fui yo quien dio el primer pellizco, consigo que del otro lado del océano me inspiren, me llenen el día de ayer, el día de hoy y seguro, también, el de mañana. Me lo han llenado de músicas y de poemas, he llorado al volver a escuchar esa vieja cinta en la que tengo grabado "Fulgor y muerte de Joaquín Murrieta".
El sugerente e impúdico Belmar me seduce a repensar en otro tipo de viajes, viajes interiores, viajes de la conciencia.
Que "me entregaron una pala" me canta Víctor Jara y oigo a través de la distancia una voz que me susurra que lo importante, lo realmente importante es... apenas nada.
Largo, larguísimo viaje interior.... "mal haya la vida pura que he tenido que llevar" pero también que... "la alegría de sembrar no te la pueden quitar".
Y se me calienta el corazón al recordar, pues el maravilloso viaje de la conciencia no es un viaje solitario, me acompañaron amigos, enemigos, amores de los que casi matan, amores que se murieron. Me acompañaron canciones y cantores, poemas y poetas, novelas, cine, pinturas. Y me acompañaron a mí, que nací en medio del barro, como Herminda, pero que tuve la suerte de que no me mataran. Que vi. la luz primera en las frías tierras mineras del norte.
Respiro y siento, me intuyo también un tanto infiel al cantor que me sugirió el mito que me ha acompañado en mi nadear por la vida.
Porque yo respiro, Víctor, respiro, siento, aún amo hoy y amaré mañana y en mi patio un pimiento rojo sigue floreciendo año tras año.
Me quedabas lejos, lejos en la distancia, lejos en la edad, que eras mayor que mi padre pero sé que sin ti, sin tu canto, sin Quilapayún, sin Intilimani, yo no habría podido hacer viajar a mi conciencia, mi pensamiento, mi corazón, tan lejos como lo he hecho. Sin vosotros hubiera sido mucho más difícil salir de la miseria y el analfabetismo emocional que traen consigo el hambre y el miedo.
Que también os debo a vosotros que mi mito romántico no se haya construido sobre los príncipes azules de los cuentos de hadas sino sobre los hombres cantores que nos dejaron su canto con intención de tornar un gramo de miseria en un gramo de justicia, de amor. Químicos maravillosos, que lo conseguisteis hacer en algunos corazones.
Y gracias a ti también, Belmar, por haberme sugerido una mirada hacia adentro, con tus maldiciones. Cambian los tiempos pero aún sigue habiendo gente consciente de ser esa mezcla de ángel y bestia.

sábado, 11 de julio de 2009

Como la cigarra

He puesto a cantar a Mercedes Sosa:

"Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí, resucitando.
Gracias doy a la desgracia y a la mano, con puñal, porque me mató tan mal y seguí cantando."

Levanto la vista y veo mi imagen reflejada en el cristal.

"Cantando, al sol, como la cigarra, después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente que vuelve de la guerra."
Me atuso el cabello desgreñado y les doy un manotazo a las lágrimas.

"Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui, solo y llorando. Hice un nudo, en el pañuelo, pero me olvidé después que no era la única vez, y seguí cantando.
Cantando, al sol, como la cigarra, después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente que vuelve de la guerra."
Ya estoy en pié, ya canto con ella.

"Tantas veces te mataron, tantas resucitarás, tantas noches pasarás desesperando.Y a la hora del naufragio, y a la de la oscuridad, alguien te rescatará para ir cantando.
Cantando, al sol, como la cigarra después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente que vuelve de la guerra."
Y le digo a Mercedes que vuelva a cantar y canto con ella y vuelvo a ver mi imagen reflejada en el cristal y mi imagen me sonríe.

El poder curativo de la música.

martes, 7 de julio de 2009

Amauta Ñampi


Es el nombre de una escuela de Puyo, Cantón Arajuno, Provincia de Pastaza, Región Amazónica de Ecuador. Significa algo así como "camino de la ciencia y el saber".
Supe de ella por mi amigo Quique Cano, que se marchó para siempre sin despedirse de nadie, el fue quien me dio el teléfono de su directora Margarita López Andi y hasta Puyo que me fui para conocerla.
Margarita es una mujer fuerte, sabia y con la lengua muy larga, cosa que me encantó , hablaba sin reservas, sin tapujos, sin miedo. Crítica con la dirección machista del movimiento indígena, había pasado por varios escalones y los había abandonado todos. En esos momentos era la directora de la escuela bilingüe y también tenía intención de dejarlo, pasar a ser una simple maestra, harta de tantas trabas.
Nos habló de la escuela, mientras tomábamos la chicha que había preparado la madre de Carlos (un trabajador despedido de la petrolera que actúa en la zona) en una especie de taberna a las afueras de Puyo que también hace las veces de centro de reunión para las mujeres, hasta de taller de artesanía, allí trabajan el barro y la madera.
Amauta Ñampi es una escuela con las aulas en semicírculo, recogiendo las enseñanzas occidentales, decía burlona,haciéndole caso a esa norma nuestra que dice que es de mala educación el darse la espalda, nos habló de la intención de armonizar las culturas, de relacionar el conocimiento y la práctica, de la pelea contra la educación memorística.
Margarita había estudiado con las monjas y había sufrido mientras aprendía. Hija del Yachak Banku Pablo López, Yachakuna (curanderos, shamanes), heredera de la sabiduría de su padre que rompió la tradición de transmitirla al hijo varón, también entre risas, según ella , porque sus hermanos no eran muy de fiar, no ceja en su empeño de recuperar la medicina prehispánica y de darle incluso un contenido "científico", al modo occidental. Reconoce que se toman el trago del jarabe que saben que sirve para curar determinada cosa sin ninguna medida, cuanto más mejor. En su escuela se enseña, además de matemáticas, geografía, lengua y todo lo que es obligado enseñar, cosmología, mitología, símbolos... cultivan la tierra....


Se me quejó Margarita, dijo estar cansada de hablar y de enseñar su trabajo a los occidentales que pasaban por allí y de los que nunca más volvía a saber y me miraba muy dentro mientras me hablaba. Le prometí que tendría noticias mías y he cumplido mi promesa, continúo moviendo cuantos hilos puedo para conseguir hacer llegar a su escuela ese laboratorio que necesitan.
El proyecto se quedó encallado tras la muerte de Quique pero es posible que ahora haya alguien más que me ayude a sacarlo adelante, cruzo los dedos y sigo recordando.
Margarita tiene dificultades con la tecnología, aunque lo intenta, pero su hijo Paul no tiene ninguna y me escribe casi todas las semanas y me cuenta como combina sus estudios de Derecho con su grupo de música tradicional y me pide que vuelva con ellos a la selva una temporada para alimentarme de la fuerza de la pachamama. Esta noche he soñado con Margarita y la he vuelto a oír reír cuando a su pregunta de cómo me sentía le contesté que hacía un rato que veía lo mismo pero con colores más brillantes. Y ella me respondía que tenía que volver a pasearme por el orquidiario de Omar Tello.


martes, 30 de junio de 2009

El Taj Mahal

Temprano, con mi "el", el mismo que me llevó a la estación cuando inicié el viaje a China, que se fue, que volvió, que ahora está aquí y que mañana otra vez dirá que se va, subí hasta la zona del mercado de Agra para pasear esta ciudad puesto que hasta las doce de la mañana no hemos quedado con nuestros compañeros de viaje (otra pareja, un amigo de él y su novia, desconocida para mí entonces, gran amiga hoy).





Estaba un poco embarrado el camino del caótico lugar y costaba un buen esfuerzo el caminar. Cientos de motocicletas aparcadas delante de una estatua de Buda y otros cientos más que van y vienen en un ajetreo que parece un disparate hecho a propósito para no dejarte dar dos pasos tranquila.


Se pone a llover a chuzos, otra vez las lluvias monzónicas, como el año pasado en China (cachis, si ya me lo sabía ¿a que vuelvo a estos sitios en agosto?) y nos refugiamos en la estación de tren desde la que hay una buena vista de la mezquita. Como siempre, pongo nervioso al compañero con mi "¡quiero ir allí!" y, en cuanto la lluvia cesa, por supuesto, me voy allí y él me sigue con el argumento de "a ver que va a hacer una chica sola y, para colmo, con lo mal que se orienta".





Tenemos suerte y encontramos la madraza abierta, en plena clase de Corán, los niños dando cabezazos mientras canturrean, pero me quedo quieta en una esquina y, cuando terminan, ni corta ni perezosa, me dirijo al maestro a preguntarle preguntas, aún con mi penoso, más aún, lamentable inglés, conversamos un poco sobre la comunidad musulmana en Agra.
Me doy por satisfecha, aunque me voy pensando que cosa será la que me atrae a mí de las mezquitas, la razón por la que me siento tan cómoda en ellas, con las pestes que lanzo continuamente sobre las aberraciones que predican sobre la mujer. Algún día lo descubriré, supongo, quizás he sido alguna Aisha o Zoraida en otra vida, a ver si no habré sido la mismísima Fátima y se me ha olvidado.


Ya es la hora y nos vamos hacia el Taj, un cuarto de hora después de lo acordado llegan los otros dos y, por supuesto, antes de entrar, hay que preparar el alma y tienen el morro de sentarse bajo un árbol, a la entrada, a liarse unos petas, con toda la parsimonia del mundo.
Soy de leyes y dicen que "tengo deformación profesional"... ¡una leche! Si al menos consiguiera que se leyeran la Lonely pero me dicen que lo de llevar una guía no va con ellos (me lo dijeron hasta que se enteraron de que en mi Loly venían todos los sitios en los que poder tomar cerveza en la India... ahí me quedé sin mi amiga del alma, aunque me dio lo mismo, me la sabía de memoria).
Tras el ritual (cada quien tiene el suyo) y el mío, está mal que lo diga, fue el acordarme de aquél otro compañero de viajes al que no veo desde hace cuatro años y mirar al cielo y mandarle un guiño... pues... tras el ritual, entramos (previo pago de la entrada, claro)... Diosssss... que ya sabes que nocreoenti...





La Joya estaba ahí y el cielo plagado de nubarrones muy negros, pero el momento fue absolutamente brutal. Ningún banco libre, así que me senté en un escalón y desde allí abracé a todas las niñas y mujeres que he sido, a todos los que me han abrazado, a todos los que no me han visto aunque me tuvieran delante. Abracé a todo lo que conozco y dejé un abrazo fuerte para lo que sea que haya de conocer en el futuro.
Permanecí sentada un buen rato, enmimismada, (ya se que no se dice, pero me da igual, estaba enmimismada) sintiendo, mirando el sentimiento que sentía y haciendo un esfuerzo para fijarlo, para guardarlo, para que jamás se me perdiera.
Cierto que es el lugar más visitado de la India,cierto que a mi no me gustan las aglomeraciones, pero aquello sabía a amor, a amor de libro, a amor del que va más allá de la vida y, ante mis ojos, (y el visor del teleobjetivo) pasaban los humanos y me parecieron hermosos, todos y todo era hermoso.


Después, como si quien caminara no fuera yo, sino alguna otra que me habitaba (con perdón de Gioconda Belli, pero es que me habitaba) hicimos el recorrido por el mausoleo, palacio de mármol. Que cosa tan fría el mármol y que calidez desprende el Taj.


En el paseo comencé a sentirme otra vez, yo, mujer y viajera (o turista, que parece despectivo pero no les niego el derecho a llamármelo) y comencé a fijarme en el fuerte que se veía al otro lado del río y a decir, ahora sólo para mis adentros, "mañana iré allí y veré el Taj desde ese lado".













Volví en mí, poco a poco y volví a echarle un vistazo a mi Loly y encontré en mi Loly una cosa interesante sobre una casa de particulares en la que ofrecían comida a los viajeros.


Como ellos ni llevaban guía ni tenían mucha idea de lo que había en el lugar, se dejaron llevar por mi (esto también me parece que es de alguna canción) y "mi" se aprovechó y les llevó a un lugar en el que estabas como en casa de tu tía, ésa que nunca te hace puñetero caso, hasta que vino el hombre, un gachó resabiado, que tenía todo tipo de negocios, desde joyas hasta agencias de viaje y que, cuando se cansó de intentar ganarnos una comisión en lo que fuera, se fue a por otra parejita (de catalanes... será tonto) que pasaban por allí, por supuesto que la parejita no le hizo ni caso y tras el no comer pero divertirse un rato y pagar poco, que aquí todo es poco para nosotros aunque seamos simples trabajadores, nos fuimos todos a hacernos unas copichuelas y luego a cenar, si, con la parejita de catalanes también.


Normal, todos son catalanes aquí, del sur, pero catalanes, menos yo, que soy de Asturias patria querida. Casi sin terminar la cena perdimos de vista a la parejita, asustados se fueron cuando a su pregunta de dónde estaba el chico que faltaba les contesté que se había ido con un chaval en una motocicleta a buscar algo que tenía pero que temía se le terminara.

sábado, 27 de junio de 2009

Mi amigo el mudo







Tenía yo unos cinco años cuando mis padres se mudaron de casa. Abandonábamos aquella, en la que habíamos vivido los últimos dos años, con el abuelo y retornaba, mi padre, a su pueblo de nacimien
Los muebles cargados en un camión y los tres críos subidos en la caja, toda una aventura, como irse al país más lejano del mundo, descubriendo paisajes nuevos y nuevas formas en las montañas de alrededo
Llegamos a nuestro destino y la casa en la que íbamos a vivir estaba situada en una plaza grande, para mis entendederas de entonces, una plaza ovalada, con el suelo de tierra, rodeada de casitas y de la que salían cuatro caminos en distintas direcciones: hacia el pueblo de abajo, hacia la iglesia, hacia el monte y hacia el río.
Los vecinos vinieron a ayudar, eran aquellos tiempos de montar camas con cabecera y trasera, de montar armarios, con sus correspondientes tornillos, con la puerta con espejo de luna. Había dentro demasiado barullo, no apto para criaturas que no ayudaban en nada y mi madre me mandó salir fuera, a la plaza y cuidar de los dos pequeños.
Me senté en el banco de piedra que había a la puerta, ojeando aquí y allá, también a los críos, que sentados en el suelo cogían puñados de tierra y los lanzaban al aire, dando con certeza en su propia cara o en la del otro.
Al poco rato, asomó por la puerta de enfrente un rapaz de mi edad, más o menos, que empezó a tratar de llamar mi atención con gestos y una especie de alaridos ininteligibles. Me produjo un cierto cabreo el que apenas aterrizada en aquél lugar ya tenía enemigo a la vista y le dije varias veces que me dejara en paz, pero el muy tozudo no cejaba en su empeño y seguía con sus gestos y sus gritos.
Ni corta ni perezosa, di rienda suelta a mi naturaleza pasional y me hice un pequeño paseo por los alrededores en busca de material bélico, cargué la falda de mi vestido con buenas piedras, me volví a colocar en mi puesto de mando y empecé los ejercicios de lanzamiento. No tengo excelente puntería pero di alguna vez en el blanco y el chaval se volvió a meter en su casa.
Pasado un buen rato, creo, que el tiempo en esas edades se mide de manera extraña, bien diferente a las medidas del reloj, cuando ya los muebles estaban montados y se restablecía la normalidad, si es que puede llamarse normalidad a meterse a vivir en una casa que jamás has visto, un chico grande, de quince años o más se me acercó y me dijo:
-¿Por qué has estado apedreando a mi hermano?
- Porque me estaba haciendo burlas, le dije.
- No te hacía burlas, es que no sabe hablar, es mudo, te estaba diciendo que quería ser tu amigo.
-Sí, que sabe hablar, que hacía ruidos muy raros, sabe hablar perfectamente, lo que pasa es que no quiere
-Es que es mudo porque es sordo y no ha aprendido a hablar, a su garganta no le pasa nada, es su oído el que no funciona.
Diablos, aquello era muy difícil para mí, no entendía la razón de que alguien que tiene un problema en el oído se le note en la garganta. Miré a mi hermano Fernando, también tenía mal los oídos, siempre le dolían...Seguí sin entender la cuestión después de la explicación amable del hermano mayor pero mi curiosidad me llevó al día siguiente a acercarme al mudo, quizás para comprobar por mi misma la realidad de lo que me habían contado, que también me sonaba un poco a querer burlarse de una cría pequeña y tonta.
Nos hicimos amigos. El mudo me enseñó a colocar migas de pan para que los tordos se acercaran y así poder cazarlos con el tirachinas, a escalar todos los árboles del entorno, a aprovisionarme gratuitamente de nueces, cerezas, manzanas, ciruelas, a pescar en el río con una bota vieja atada en una cuerda (de ahí tan sólo pillábamos unos peces chiquititos que no servían para comer).
Teníamos nuestro cuartel general bajo las ruedas de un carro. El mudo tenía una habilidad especial con las manos y fabricaba todo tipo de artilugios con unos palos y unas cuerdas. Subíamos al tejado de una casa que estaba en el alto que llevaba a la iglesia prerrománica de San Vicente y desde allí afinábamos nuestra puntería lanzando piedras a todo lo que se movía, incluso a lo que no se movía.
Inseparables, aunque jamás, obvio, cruzamos palabra. Yo nunca manejé con soltura su lenguaje de signos por la sencilla razón de que no me era necesario, nos entendíamos sin más. Allí donde estaba el uno estaba la otra, excepto cuando nos pillaban robando fruta, pues el cabronazo era más rápido que yo en las escapadas.
El mudo fue algo así como mi "capitán" entre los cinco y los siete años. Jamás, en los siguientes pueblos en los que viví y en las bandas en las que me alisté, reconocí a capitán alguno, nunca me tropecé con nadie tan fiable. Era absolutamente genial encontrando el camino más corto y más fácil para llegar a lo alto de un árbol.
Mi amigo el mudo se llamaba...

jueves, 25 de junio de 2009

Lezuza



Llegué a ella, a la danza libre, como dice la canción... como quien llega de nada. Andaba despacio y mal, andaba coja pues había perdido la muleta en la que me apoyaba y buscaba, aquí y allí, muleta nueva en la que apoyarme, ya me había comprado un piano y buscado una profesora que, con paciencia infinita, me iniciaba en el do-re-mi y también un grupo para hacer taichi, gente tranquila y amable con la que hacer de cada lunes un día muy especial.


Fue la gente del taichi la que me animó a ir a mi primer "curso", aquí al lado, en Alborache, venía una profesora de Francia, Chris Muehlebach, divina y, ante lo divino, me rendí.


No podía tampoco dejar de pensar que uno de los primeros libros que me entusiasmaron en la primera juventud fue, precisamente, la biografía de Isadora Duncan, cosas del destino, dije entonces, cosas de la casualidad, digo ahora, cinco años más tarde.


No me perdí ni uno de los cursos de los sábados del profesor de casa y cuando llegó el primer junio y el curso terminaba me animé a hacer el fin de semana en Lezuza.


El nombre me sonaba a vasco pero me equivoqué, Lezuza es un pueblo de Albacete. Una se imagina a Albacete como tierra seca (el coto de caza de Madrid le dicen en algunos tratados de geografía), tierra de navajas, tierra manchega dura... y una se va hacia Lezuza pensando que va a pasar un calor de muerte y que a ver donde va a posar la mirada para volverla verde.


Y cuando llegas a Lezuza, a la Fábrica de luz, te encuentras con que huele a tu tierra, huele a norte, huele a nogales, huele a sauco, reina el verde por doquier y se oye el agua correr por los canales a chorros.


Y allí te dan de comer de maravilla y danzas de la mañana a la noche, con Mozart o con Llach o con lo que el profesor haya dispuesto y aprovechas los descansos para meterte en esa poza de agua helada y sales de ella sintiéndote renovada y te tiendes al sol, con tu libro o con la conversación tranquila de alguien que se siente como tu, persona receptora de un regalo para el cuerpo y para el alma.






Solamente una vez que andaba de viaje no me acuerdo por donde me perdí esos finales, en junio, y esos principios, en septiembre, del grupo de danza libre valenciano en ese paraiso que es la Fábrica de luz de Lezuza.







miércoles, 24 de junio de 2009

Chengdu




Llegamos a Chengdu, capital de la región de Sichuan, a las tres de la tarde, después de 17 horas en el tren. El paisaje a través de la ventanilla era muy diferente al que aparecía camino de Xian. Menos centrales térmicas, menos industria pesada estropeando la tierra. Más cultivo de arroz, bambú, mucho arbolado y unas casas mejor construidas y más cuidadas, más colores y menos contaminación. Todo más abierto. Como, además, viajábamos en “cama Blanda” que es la primera clase de sus trenes, el viaje resultó agradable, nada pesado, aunque durara tantas horas, hemos calculado que la velocidad media del tren debía ser de unos 30 km. por hora.
En alguna estación pudimos comprobar la importancia del ferrocarril en China y sus peculiaridades. De alguna manera se zafan de los controles militares y entran en los vagones por las ventanillas cargados de sacos, cargados como auténticos mulos.
Disponíamos de nuestro propio compartimento y el servicio no llegó a estar excesivamente sucio, todo un lujo si lo comparamos con las anteriores experiencias.
Sorprendente esta ciudad de Chengdu, la mas vital que hemos visto hasta ahora, moderna, con numerosos rascacielos, mucho bullicio en las calles, más ruidosas también y con unos comercios de mucho poderío.
Chengdu fue llamada la ciudad de los hibiscus cuando un emperador, en la época de las cinco dinastías mandó que los plantaran alrededor de la muralla.
Mañana disponemos de todo el día para callejear por aquí, de momento, nos hemos limitado a caminar hasta encontrar un restaurante, en el que hemos comido divinamente, luego, nos tomamos un refresco en una de las terrazas que hay montadas debajo de un cruce de carreteras, de un escalestrix, vaya, es el mejor lugar que hemos encontrado. El tráfico no es excesivo pero impone tanta "infraestructura" y daña la vista.
He conseguido por fin que alguien me respondiera en mi casa, diecisiete días sin saber nada de ellos.


El no bajar a desayunar ya es costumbre en mi y me va mejor, me evito ese bofetón que me suponía el desayuno y mi humor mejora. Desde la ventana del hotel se ve un panorama impresionante de rascacielos y anchas avenidas. Hay ruido, todos los conductores parecen tener afición a tocar el claxon y no se entiende la causa, como no sea por gusto. Es como si hablaran unos con otros a través de los pitidos. En muchas terrazas de los edificios contiguos hay auténticos jardines. No se distinguen bien desde aquí que clase de plantas serán pero embellece un tanto ese verdor sobre los rascacielos.

Después del desayuno de mis compañeros, mochila al hombro y cámaras dispuestas, nos pusimos a caminar sin rumbo esta mañana, pasear por pasear, sin objetivo alguno. Llaman mi atención los semáforos humanos, a saber, un hombre o mujer subido en una especie de banqueta que da el paso o lo quita a coches y bicicletas. Es gracioso ese puesto de trabajo aunque con el calor que hace "el semáforo" en cuestión no debe pensar lo mismo. Quiero saber si realmente es un trabajo remunerado o algún tipo de servicio a la comunidad que estén obligados a hacer, intento averiguarlo pero no consigo nada, hay quien me responde a la pregunta pero no tengo ni idea de si la entendió ni que es lo que me responde, parece que nuestro chino mandarín no sirve en esta zona.


Durante el viaje en tren hemos estado planificando el bajar el monte Emey haciendo la ruta de los monasterios budistas , me he ilusionado con la idea de ver amanecer arriba y vivir la aventura de buscar cobijo en un monasterio durante un par de días así que a pesar del dolor de cabeza he visitado unos grandes almacenes para comprarme unas botas de montaña. Se me antoja un poco menos de ciudad y algo más de naturaleza. Vamos leyendo sobre el Emey Shan y quisiera ya estar allí.
Entre los libros que me he traído están los poemas de Li Bai y Du fu, imprescindible se me hace la visita a la "cabaña", construída en el siglo VIII construida por el poeta. Pero eso será mañana.

domingo, 21 de junio de 2009

Berenguela de Navarra

Se me ocurrió pensar en ella a causa de una cancioncilla que cantábamos de niñas jugando al corro y me puse a indagar sobre su historia, a falta de interés por hacer otra cosa.


Poco he encontrado que se pueda asegurar cierto, como no sea en relación con los personajes importantes que la rodeaban. Cierto es que fue reina de Inglaterra aunque parece ser que nunca pisó esa tierra, cierto también que fue esposa ni más ni menos que de Ricardo Corazón de León.


Su propia suegra, la gran Leonor, vieja y achacosa pero con aquel genio que la hizo protagonista de una gran película, vino a buscarla a Navarra para llevarla al casamiento, se ve que el interés era grande y no tenía intención de dejar que se le perdiera en el trayecto y es que Leonor tuvo una participación en la política de la época tan intensa como le fue permitido.


Hubo de ser una gran aventura para la hija de Sancho el Sabio de Navarra el hacer el viaje hasta Chipre, un viaje largo, acompañada por gentes que a saber si hablarían su idioma, con costumbres diferentes. Tras varios intentos de pillar a Ricardo entre guerra y guerra, fue Chipre el lugar en el que celebrarían los esponsales y dicen que el barco en el que viajaban, Berenguela y alguien más que no sé si es Leonor o si es la princesa Juana, fue apresado y ella fue tomada como rehén, dicen también que Ricardo pagó el rescate y algo más... su coronación como rey de Chipre.


Esto suena a novela pero bien pudiera ser verdad.


Se sabe que el matrimonio tuvo una convivencia breve, en éso si que están de acuerdo todos los que han estudiado el tema y coinciden en las razones: que él estuvo muy ocupado en la Tercera Cruzada y que si tal, que si cual ,que si era homosexual, cosa que, cierta o no, ha dado para más gastar tinta en escribir que lo gastado en contar lo que la reina vivió.


Berenguela, entretanto el rey reinaba, peleaba y daba pié a todo lo que sobre él se ha escrito, vivió en Francia y durante un pequeño tiempo en Palestina, cosa que tampoco es para dejar en el olvido. Hay coincidencia en que nunca volvió a Navarra y tampoco pisó Inglaterra, pequeño detalle por el que, cuentan, aún es recordada allí.


Tampoco sabemos nada sobre su ilustración, quizás no supiera leer ni escribir, que en aquellos tiempos la educación se reservaba en exclusiva a algunos varones, pero... cuántas cosas nos podría haber contado. Si que sabemos que cuando se casó ya no era muy joven, seguramente unos veintinueve años, que en la época era edad bien tardía para el matrimonio. Al parecer desde que se concertó su matrimonio hasta que se celebró hubo mucho trasiego para romper el compromiso previo que Ricardo tenía con Aelis de Francia y que no era del agrado de Leonor y, para colmo, el rey guerrero siempre andaba por esos mundos de dios, espada en ristre.


Le supongo a Berenguela una vida digna de ser contada, seguramente podría dar para tantas novelas o más como se han escrito sobre nuestra Juana, para guiones de películas, pero Berenguela es una de tantas olvidadas de la historia .


Pasé por la facultad de Historia y nunca me hablaron de ella, recuerdo que era una mujer la encargada de la asignatura de Historia Medieval, Berenguela vivió en el siglo XII, pero a pesar de que ese tiempo es aburrido de explicar, monjes y soldados luchando contra el moro, reyes de pequeños reinos queriendo ensanchar sus posesiones y poco más, que no están Napoleon ni Lenin, ni la revuelta del té.... o esos asuntillos que en otras fases dan tanto juego al "enseñante", pues con todo y con éso, a la buena mujer no se le ocurrió adornar el curso contándonos algo sobre la historia de Berenguela, hubiera sido para mi mucho más ilustrativo el conocer que a pesar de haber vivido una vida tan interesante no sabemos a ciencia cierta algo tan simple como si realmente era la flor hermosa que Leonor buscaba para conseguir alejar a Ricardo de su inclinación por los muchachos.




Para quien desee información exhaustiva al respecto, recomiendo la página http://berengueladenavarra.blogspot.com/ de D. Manuel Sagastibelza.



jueves, 11 de junio de 2009

Xian

Ya estamos instalados en Xian. El viaje en tren, en ultimísima clase ha resultado durillo, casi siete horas en un tren sucio y maloliente, atiborrado de gente haciendo marranerías. Increíblemente impúdicos, como si estuvieran solos entre la multitud, nadie se sorprende de los escupitajos que te caen por todas partes, ni de ver al vecino lavándose, con ese trapo que todos llevan encima, delante de tus narices. Estar en el tren parece lo mismo que estar en el lavabo de tu casa.
Montones de gente que empuja, que escupe, que te mira fijamente. Nadie te sonríe. Yo también miro, menos fijamente y no encuentro respuesta agradable en ninguna mirada por más que me esfuerzo en dibujarme la mejor sonrisa. Debe ser verdad eso que dicen que para los chinos somos el demonio blanco.
El paisaje, tras la ventanilla abierta era desolador: pobreza miserable, poblados inmundos, centrales térmicas a puñados tiñendo la tierra de un color negruzco y de humo, horribles fábricas semiderruidas que parecen estar diciendo "quisimos ser grandes pero no llegamos".



De vez en cuando, inmensos campos de maíz, pequeñas parcelas de verduras y hortalizas. Por hermosa que sea la tierra siempre habrá hombres capaces de destrozarla.
No he bajado a desayunar esta mañana, son divinos los colorines que tienen los alimentos pero yo no puedo con ellos así que me he regalado un montón de tazas del té que siempre ponen en el termo en la habitación y he fumado cuanto me ha dado la gana aprovechando la salida del compañero. Esto ha sido empezar bien el día y despedirse como toca de Luoyang.
Hay cosas que me resultan incomprensibles: los chinos se pasan el día tomando té y, sin embargo, no lo ponen para desayunar. Como líquido, te ofrecen unas sopas de arroz o sémola que no saben a nada, por decir algo. Me molesta el olor de los alimentos de la primera comida del día.
La llegada a Xian ha sido terrible. Al salir de la estación nos esperaba el ataque de la jauría de taxistas intentando darte el bocado. Habíamos dedicado un tiempo largo a averiguar que tipo de transporte público nos podría acercar a la zona de los hoteles pero tanta gente rodeándonos nos hacía imposible ver lo que había detrás de la explanada, así que optamos por tomar un taxi, el cansancio no nos permitía hacer otra cosa.
Nuestra amiga "La Loli" (como yo le llamo a la Lonely Planet) está funcionando muy bien, nos dejamos aconsejar por ella y nos vamos al hotel recomendado para nuestro bolsillo que, nuevamente, está de categoría , en una céntrica calle muy comercial, similar a cualquier ciudad europea por el tipo de establecimientos y con muchos, muchísimos bares de copas y gente que te asalta por la calle... para practicar el inglés.... es lo que dicen a mis hombres y ellos se lo creen. No me extraña, las aprendices de inglés parecen modelos.
Esto es un mercado. Todo se compra y se vende y ese practicar inglés es un buen reclamo para la venta, aunque me huelo que los compadres aún no han caído en que cosa es la que las preciosidades éstas les quieren vender pero yo me fijo en como me miran y lo adivino enseguida.


Xian es una zona fértil y llana a la que vienen a parar muchos rios cuyos nombres soy incapaz de retener, pero la contaminación en ella es alarmante, por el sur la cierran las montañas de Qinling. Esta ciudad actual fue reconstruida durante la dinastía Ming sobre otra más antigua llamada Chang´an en la que el fundador de la dinastia Han ( Liu Bang) estableció la capital de su imperio.
Xian, me han dicho que significa algo así como "paz occidental" interpreto que se refiere a su propio occidente. Para los chinos los puntos cardinales no son cuatro sino cinco, que también cuentan como punto el centro, una curiosidad que, a mi modo de ver, dice mucho de su diferente manera de entender el mundo.Y el centro es China, el centro del mundo. Es la capital de la provincia de Shanxi, bien al Este en el final de la ruta de la seda.
Puesto que cerca de la ciudad se encontraron los guerreros de terracota del emperador Qin Shi Huang es un punto obligado de visita para el viajero.
Veremos mañana lo que nos depara el nuevo día con la luz natural.
Ya es mañana.....En el desayuno se veían bastantes rostros pálidos. muchos más que hasta ahora. En cuanto a la gente del país, sus rasgos son totalmente diferentes a los de los habitantes de Luoyang y también distintos a los pekineses. Son altos y de rasgos afilados. Las mujeres más bellas aún si cabe, altísimas y sus cuerpos a mi me parecen perfectos aunque los caballeros dicen que les falta un poco de volumen por no sé donde. La primera faena del día, que viajar es trabajar también, es darse un paseo hasta la estación de tren par tratar de conseguir un billete a Chengdu para el día 15 por la noche. Intento fallido porque sólo se pueden reservar de un día para otro. Las gotas de sudor me caen por la espalda. Luego, un paseo en autobús para buscar una oficina de turismo en la que conseguir los dichosos billetes. Yo creo que nos agobiamos mucho con el tema, todas las guias avisan de lo difícil que es salir de una ciudad en China y nos lo hemos creído a pies juntillas.
El autobús nos deja lejos de la oficina en cuestión y caminamos a todo trapo, atravesando mercadillos, sin respirar, sin mirar, para encontrarnos con que allí tampoco reservan.
Se me ocurre , se me antoja, y mis compañeros me dan el capricho de un café y entramos en un hotel de lujo en el que no faltan las bebidas para los occidentales pastosos, no es un buen café pero me ha sabido a gloria. Un café y hasta tres pues la lluvia intensa nos deja atrapados un buen rato.
Charlamos sobre si no será excesiva tanta preocupación por los billetes de salida, que en mi opinión nos consume mucha energía pero me quedo en minoría, vamos, sola, gana la prudencia del tener en la mano el billete para salir de la ciudad el primer día que llegas a ella. No importa, disfruto el momento de tomar algo parecido a mi café mientras contemplo la lluvia torrencial limpiar las calles tras la cristalera de este hotelazo.
Muchas tiendas de jade (o lo que sea) hasta ahora no habíamos visto apenas, miles de piezas en cada establecimiento de estas anchas y modernas avenidas que recorremos de vuelta a la habitación.El viernes..... nuestro segundo viernes en tierras chinas...
Continúa lloviendo. La primera labor del día vuelve a ser el paseo a la estación a por el billete que hoy seguro que ya se puede conseguir. Sigue lloviendo a chuzos, hoy, bastante más que ayer.
La excursión para ver las terracotas puede quedar bastante deslucida porque esto no tiene pinta de querer parar y tampoco está el lugar tan lejos como para que el tiempo sea allí diferente.
Tengo ganas de poder llamar a mi casa y que alguien me conteste al otro lado del hilo. El fantasma me persigue también por toda la China vista y me da rabia ¿por qué viene si yo no le llamo? La ilusión que puse en este viaje se va desvaneciendo al no conseguir escaparme de mi propia realidad . Aprendiz de nada es esa mujer que se refleja en el espejo.
Billetes en mano nos vamos bajo la intensa lluvia a las excavaciones de terracota, comemos en un restaurante musulmán al que nos llevó el taxista con el que voy conversando, sentada a su lado, alucinando de mi capacidad de entender su idioma aunque él no entiende tan bien mis respuestas y visitamos después al museo de Bam-po, una especie de museo etnográfico con un poquito de todo, desde las culturas establecidas en la zona hace medio millón de años. Me ha enamorado un poco más el museo que las terracotas, si ya sé soy rara.
Todo bajo una intensa lluvia pero, aún así, ha resultado agradable la excursión. Me he comprado una capa para el agua, de color azul, por 25 yuanes.
Estaba prohibido hacer fotos en la excavación, un fotografo oficial te hacía una a la entrada, con los guerreros al fondo, pero no apetecía hacer lo mismo que en la entrada del zoo de Madrid, todo el mundo iba tirando de cámara de aquí para allá y me decidí a hacer lo propio pero... se me olvidó quitar el flash y en un segundo cuatro militares se me echaron encima y me dejaron sin carrete, suerte la mia.


Los billetes de tren están comprados para salir mañana a las 10.30 de la noche, hacia Chengdu, en cama blanda, con lo que disponemos de todo el día aquí para tratar de ver algo de la ciudad si deja de llover.
Económicamente el viaje está saliendo muy apañadito, se lleva la contabilidad a la perfección, todos cuidamos de la bolsa de todos y el ambiente es distendido en el grupo, hay tranquilidad aunque aún no he conseguido dejar de sentirme molesta cuando surge el chiste de que soy tan española que llevo una eñe en el apellido.. estos catalanes no perdonan una. Ser asturiana que para mi es tan identificativo (¿se puede decir?) . Paciencia y... puxa asturies, borracha y dinamitera.
Esta China de Xian, de ciudad turística, no es la china que yo esperaba encontrar, todo es parecido a cualquier otro sitio, con un poco más de caos circulatorio y personas con los ojos rasgados. Quizás más hacia el Sur encontremos algo un poco diferente, mas sugerente, más inesperado. Demasiada novela que me diría mi madre.
Me cansan las comidas, mi estómago está cansado de estos sabores, pero es alucinante cuanta variedad de platos son capaces de hacer con los mismos ingredientes.
En los terracota nos encontramos de nuevo con los franceses que vimos en Luoyang y que se hospedan en nuestro hotel. Llevan un niño de unos diez años y una niñita china de dos o tres, todavía en carrito. Viajan como nosotros, por su cuenta. Tiene mucho mérito por su parte, no es nada fácil moverse por aquí. Nos han comentado que la niña es adoptada, claro, y que están teniendo serios problemas con la policía que les pide los papeles demasiadas veces.
Hubo tiempo hoy para comprar unas pinturas y música, una pequeña pieza de jade, una tela de seda, los precios han subido un poco pero aquí hay mucha más variedad de productos que apetecen, la mochila pesará más.
Me apena que el paseo no esté resultando tan estimulante para los sentidos como pensé. Tenía la intuición de poder llenar el cuaderno con mis historias, reales o imaginarias, pero nada sucede y nada se me ocurre. Lo más fuera de lo normal en nuestros días por aquí está resultando ser el follón de los billetes de tren y el sabor de las comidas.
El sábado....
Ultimo día en Xian, abandonado ya el hotel, dado que nuestro tren no sale hasta la noche, dedicamos el día a pasear.
La gran pagoda y la gran mezquita han sido nuestros objetivos. Ambas elecciones han resultado un acierto. Con encanto y tranquilidad en sus jardines.






Utilizamos transporte público para llegar a la gran pagoda, barato y divertido, un autobús articulado, conducido, una vez más, por una mujer, cosa que a mis compañeros les resulta insólita y a mi también. Parece que hace falta ser muy fuerte para mover este trasto que no lleva dirección "asistida".
Para ir a la mezquita fuimos paseando atravesando el barrio musulmán, alucinante, plagado de puestecillos de comida, está claro que los chinos no cocinan en su casa, todo el mundo come fuera.
En el barrio musulmán, por fin, se abre ante mis ojos el primer paisaje urbano en el que siento que podría instalarme por un tiempo. La decoración de las ventanas, con sus cortinillas, sus macetas con flores, las mujeres parloteando en corrillos a las puertas de las casas, los hombres paseando tranquilos con ese gorrito que quiere decir que practican la religión de Mahoma. Me siento parte de este lugar. La mezquita está rodeada de unos jardines bien cuidados por los que podemos movernos a nuestro antojo y la tarde, en su conjunto, ha resultado el momento más agradable hasta ahora.
Y me considero bien pagada por la visión de este barrio, cosa curiosa que haya tenido que ser el barrio musulmán el primer lugar en el que se me alegra el alma.