jueves, 11 de junio de 2009

Xian

Ya estamos instalados en Xian. El viaje en tren, en ultimísima clase ha resultado durillo, casi siete horas en un tren sucio y maloliente, atiborrado de gente haciendo marranerías. Increíblemente impúdicos, como si estuvieran solos entre la multitud, nadie se sorprende de los escupitajos que te caen por todas partes, ni de ver al vecino lavándose, con ese trapo que todos llevan encima, delante de tus narices. Estar en el tren parece lo mismo que estar en el lavabo de tu casa.
Montones de gente que empuja, que escupe, que te mira fijamente. Nadie te sonríe. Yo también miro, menos fijamente y no encuentro respuesta agradable en ninguna mirada por más que me esfuerzo en dibujarme la mejor sonrisa. Debe ser verdad eso que dicen que para los chinos somos el demonio blanco.
El paisaje, tras la ventanilla abierta era desolador: pobreza miserable, poblados inmundos, centrales térmicas a puñados tiñendo la tierra de un color negruzco y de humo, horribles fábricas semiderruidas que parecen estar diciendo "quisimos ser grandes pero no llegamos".



De vez en cuando, inmensos campos de maíz, pequeñas parcelas de verduras y hortalizas. Por hermosa que sea la tierra siempre habrá hombres capaces de destrozarla.
No he bajado a desayunar esta mañana, son divinos los colorines que tienen los alimentos pero yo no puedo con ellos así que me he regalado un montón de tazas del té que siempre ponen en el termo en la habitación y he fumado cuanto me ha dado la gana aprovechando la salida del compañero. Esto ha sido empezar bien el día y despedirse como toca de Luoyang.
Hay cosas que me resultan incomprensibles: los chinos se pasan el día tomando té y, sin embargo, no lo ponen para desayunar. Como líquido, te ofrecen unas sopas de arroz o sémola que no saben a nada, por decir algo. Me molesta el olor de los alimentos de la primera comida del día.
La llegada a Xian ha sido terrible. Al salir de la estación nos esperaba el ataque de la jauría de taxistas intentando darte el bocado. Habíamos dedicado un tiempo largo a averiguar que tipo de transporte público nos podría acercar a la zona de los hoteles pero tanta gente rodeándonos nos hacía imposible ver lo que había detrás de la explanada, así que optamos por tomar un taxi, el cansancio no nos permitía hacer otra cosa.
Nuestra amiga "La Loli" (como yo le llamo a la Lonely Planet) está funcionando muy bien, nos dejamos aconsejar por ella y nos vamos al hotel recomendado para nuestro bolsillo que, nuevamente, está de categoría , en una céntrica calle muy comercial, similar a cualquier ciudad europea por el tipo de establecimientos y con muchos, muchísimos bares de copas y gente que te asalta por la calle... para practicar el inglés.... es lo que dicen a mis hombres y ellos se lo creen. No me extraña, las aprendices de inglés parecen modelos.
Esto es un mercado. Todo se compra y se vende y ese practicar inglés es un buen reclamo para la venta, aunque me huelo que los compadres aún no han caído en que cosa es la que las preciosidades éstas les quieren vender pero yo me fijo en como me miran y lo adivino enseguida.


Xian es una zona fértil y llana a la que vienen a parar muchos rios cuyos nombres soy incapaz de retener, pero la contaminación en ella es alarmante, por el sur la cierran las montañas de Qinling. Esta ciudad actual fue reconstruida durante la dinastía Ming sobre otra más antigua llamada Chang´an en la que el fundador de la dinastia Han ( Liu Bang) estableció la capital de su imperio.
Xian, me han dicho que significa algo así como "paz occidental" interpreto que se refiere a su propio occidente. Para los chinos los puntos cardinales no son cuatro sino cinco, que también cuentan como punto el centro, una curiosidad que, a mi modo de ver, dice mucho de su diferente manera de entender el mundo.Y el centro es China, el centro del mundo. Es la capital de la provincia de Shanxi, bien al Este en el final de la ruta de la seda.
Puesto que cerca de la ciudad se encontraron los guerreros de terracota del emperador Qin Shi Huang es un punto obligado de visita para el viajero.
Veremos mañana lo que nos depara el nuevo día con la luz natural.
Ya es mañana.....En el desayuno se veían bastantes rostros pálidos. muchos más que hasta ahora. En cuanto a la gente del país, sus rasgos son totalmente diferentes a los de los habitantes de Luoyang y también distintos a los pekineses. Son altos y de rasgos afilados. Las mujeres más bellas aún si cabe, altísimas y sus cuerpos a mi me parecen perfectos aunque los caballeros dicen que les falta un poco de volumen por no sé donde. La primera faena del día, que viajar es trabajar también, es darse un paseo hasta la estación de tren par tratar de conseguir un billete a Chengdu para el día 15 por la noche. Intento fallido porque sólo se pueden reservar de un día para otro. Las gotas de sudor me caen por la espalda. Luego, un paseo en autobús para buscar una oficina de turismo en la que conseguir los dichosos billetes. Yo creo que nos agobiamos mucho con el tema, todas las guias avisan de lo difícil que es salir de una ciudad en China y nos lo hemos creído a pies juntillas.
El autobús nos deja lejos de la oficina en cuestión y caminamos a todo trapo, atravesando mercadillos, sin respirar, sin mirar, para encontrarnos con que allí tampoco reservan.
Se me ocurre , se me antoja, y mis compañeros me dan el capricho de un café y entramos en un hotel de lujo en el que no faltan las bebidas para los occidentales pastosos, no es un buen café pero me ha sabido a gloria. Un café y hasta tres pues la lluvia intensa nos deja atrapados un buen rato.
Charlamos sobre si no será excesiva tanta preocupación por los billetes de salida, que en mi opinión nos consume mucha energía pero me quedo en minoría, vamos, sola, gana la prudencia del tener en la mano el billete para salir de la ciudad el primer día que llegas a ella. No importa, disfruto el momento de tomar algo parecido a mi café mientras contemplo la lluvia torrencial limpiar las calles tras la cristalera de este hotelazo.
Muchas tiendas de jade (o lo que sea) hasta ahora no habíamos visto apenas, miles de piezas en cada establecimiento de estas anchas y modernas avenidas que recorremos de vuelta a la habitación.El viernes..... nuestro segundo viernes en tierras chinas...
Continúa lloviendo. La primera labor del día vuelve a ser el paseo a la estación a por el billete que hoy seguro que ya se puede conseguir. Sigue lloviendo a chuzos, hoy, bastante más que ayer.
La excursión para ver las terracotas puede quedar bastante deslucida porque esto no tiene pinta de querer parar y tampoco está el lugar tan lejos como para que el tiempo sea allí diferente.
Tengo ganas de poder llamar a mi casa y que alguien me conteste al otro lado del hilo. El fantasma me persigue también por toda la China vista y me da rabia ¿por qué viene si yo no le llamo? La ilusión que puse en este viaje se va desvaneciendo al no conseguir escaparme de mi propia realidad . Aprendiz de nada es esa mujer que se refleja en el espejo.
Billetes en mano nos vamos bajo la intensa lluvia a las excavaciones de terracota, comemos en un restaurante musulmán al que nos llevó el taxista con el que voy conversando, sentada a su lado, alucinando de mi capacidad de entender su idioma aunque él no entiende tan bien mis respuestas y visitamos después al museo de Bam-po, una especie de museo etnográfico con un poquito de todo, desde las culturas establecidas en la zona hace medio millón de años. Me ha enamorado un poco más el museo que las terracotas, si ya sé soy rara.
Todo bajo una intensa lluvia pero, aún así, ha resultado agradable la excursión. Me he comprado una capa para el agua, de color azul, por 25 yuanes.
Estaba prohibido hacer fotos en la excavación, un fotografo oficial te hacía una a la entrada, con los guerreros al fondo, pero no apetecía hacer lo mismo que en la entrada del zoo de Madrid, todo el mundo iba tirando de cámara de aquí para allá y me decidí a hacer lo propio pero... se me olvidó quitar el flash y en un segundo cuatro militares se me echaron encima y me dejaron sin carrete, suerte la mia.


Los billetes de tren están comprados para salir mañana a las 10.30 de la noche, hacia Chengdu, en cama blanda, con lo que disponemos de todo el día aquí para tratar de ver algo de la ciudad si deja de llover.
Económicamente el viaje está saliendo muy apañadito, se lleva la contabilidad a la perfección, todos cuidamos de la bolsa de todos y el ambiente es distendido en el grupo, hay tranquilidad aunque aún no he conseguido dejar de sentirme molesta cuando surge el chiste de que soy tan española que llevo una eñe en el apellido.. estos catalanes no perdonan una. Ser asturiana que para mi es tan identificativo (¿se puede decir?) . Paciencia y... puxa asturies, borracha y dinamitera.
Esta China de Xian, de ciudad turística, no es la china que yo esperaba encontrar, todo es parecido a cualquier otro sitio, con un poco más de caos circulatorio y personas con los ojos rasgados. Quizás más hacia el Sur encontremos algo un poco diferente, mas sugerente, más inesperado. Demasiada novela que me diría mi madre.
Me cansan las comidas, mi estómago está cansado de estos sabores, pero es alucinante cuanta variedad de platos son capaces de hacer con los mismos ingredientes.
En los terracota nos encontramos de nuevo con los franceses que vimos en Luoyang y que se hospedan en nuestro hotel. Llevan un niño de unos diez años y una niñita china de dos o tres, todavía en carrito. Viajan como nosotros, por su cuenta. Tiene mucho mérito por su parte, no es nada fácil moverse por aquí. Nos han comentado que la niña es adoptada, claro, y que están teniendo serios problemas con la policía que les pide los papeles demasiadas veces.
Hubo tiempo hoy para comprar unas pinturas y música, una pequeña pieza de jade, una tela de seda, los precios han subido un poco pero aquí hay mucha más variedad de productos que apetecen, la mochila pesará más.
Me apena que el paseo no esté resultando tan estimulante para los sentidos como pensé. Tenía la intuición de poder llenar el cuaderno con mis historias, reales o imaginarias, pero nada sucede y nada se me ocurre. Lo más fuera de lo normal en nuestros días por aquí está resultando ser el follón de los billetes de tren y el sabor de las comidas.
El sábado....
Ultimo día en Xian, abandonado ya el hotel, dado que nuestro tren no sale hasta la noche, dedicamos el día a pasear.
La gran pagoda y la gran mezquita han sido nuestros objetivos. Ambas elecciones han resultado un acierto. Con encanto y tranquilidad en sus jardines.






Utilizamos transporte público para llegar a la gran pagoda, barato y divertido, un autobús articulado, conducido, una vez más, por una mujer, cosa que a mis compañeros les resulta insólita y a mi también. Parece que hace falta ser muy fuerte para mover este trasto que no lleva dirección "asistida".
Para ir a la mezquita fuimos paseando atravesando el barrio musulmán, alucinante, plagado de puestecillos de comida, está claro que los chinos no cocinan en su casa, todo el mundo come fuera.
En el barrio musulmán, por fin, se abre ante mis ojos el primer paisaje urbano en el que siento que podría instalarme por un tiempo. La decoración de las ventanas, con sus cortinillas, sus macetas con flores, las mujeres parloteando en corrillos a las puertas de las casas, los hombres paseando tranquilos con ese gorrito que quiere decir que practican la religión de Mahoma. Me siento parte de este lugar. La mezquita está rodeada de unos jardines bien cuidados por los que podemos movernos a nuestro antojo y la tarde, en su conjunto, ha resultado el momento más agradable hasta ahora.
Y me considero bien pagada por la visión de este barrio, cosa curiosa que haya tenido que ser el barrio musulmán el primer lugar en el que se me alegra el alma.


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