jueves, 25 de junio de 2009

Lezuza



Llegué a ella, a la danza libre, como dice la canción... como quien llega de nada. Andaba despacio y mal, andaba coja pues había perdido la muleta en la que me apoyaba y buscaba, aquí y allí, muleta nueva en la que apoyarme, ya me había comprado un piano y buscado una profesora que, con paciencia infinita, me iniciaba en el do-re-mi y también un grupo para hacer taichi, gente tranquila y amable con la que hacer de cada lunes un día muy especial.


Fue la gente del taichi la que me animó a ir a mi primer "curso", aquí al lado, en Alborache, venía una profesora de Francia, Chris Muehlebach, divina y, ante lo divino, me rendí.


No podía tampoco dejar de pensar que uno de los primeros libros que me entusiasmaron en la primera juventud fue, precisamente, la biografía de Isadora Duncan, cosas del destino, dije entonces, cosas de la casualidad, digo ahora, cinco años más tarde.


No me perdí ni uno de los cursos de los sábados del profesor de casa y cuando llegó el primer junio y el curso terminaba me animé a hacer el fin de semana en Lezuza.


El nombre me sonaba a vasco pero me equivoqué, Lezuza es un pueblo de Albacete. Una se imagina a Albacete como tierra seca (el coto de caza de Madrid le dicen en algunos tratados de geografía), tierra de navajas, tierra manchega dura... y una se va hacia Lezuza pensando que va a pasar un calor de muerte y que a ver donde va a posar la mirada para volverla verde.


Y cuando llegas a Lezuza, a la Fábrica de luz, te encuentras con que huele a tu tierra, huele a norte, huele a nogales, huele a sauco, reina el verde por doquier y se oye el agua correr por los canales a chorros.


Y allí te dan de comer de maravilla y danzas de la mañana a la noche, con Mozart o con Llach o con lo que el profesor haya dispuesto y aprovechas los descansos para meterte en esa poza de agua helada y sales de ella sintiéndote renovada y te tiendes al sol, con tu libro o con la conversación tranquila de alguien que se siente como tu, persona receptora de un regalo para el cuerpo y para el alma.






Solamente una vez que andaba de viaje no me acuerdo por donde me perdí esos finales, en junio, y esos principios, en septiembre, del grupo de danza libre valenciano en ese paraiso que es la Fábrica de luz de Lezuza.







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