Llegamos a Luoyang después de una noche en litera de tren y un intercambio.
Esta ciudad, por lo visto hasta el momento, es un lugar invivible, donde todo el mundo vende algo y aún no sé quien es quien compra. Es un inmenso tenderete y la miseria asoma por todos los rincones.
Respecto al viaje en tren, ha sido relativamente pasable si se cierran los ojos a la suciedad y a esos miles de ojos rasgados que te observan con descaro. Creo que se burlan de nosotros cuando tratamos de preguntarles algo, si no les interesa, le dan vueltas al asunto y se hacen los locos.
Tras pasar el domingo deambulando por Beijing y la nochecita de tren.... no sabría que decir que es lo que me parece este pedacito de ciudad que se ve desde la ventana del hotel.
Hay mucho ruido y mucho movimiento, un cierto caos, a primera vista por lo menos. Eso si, hemos conseguido una habitación que, en realidad, son dos comunicadas, con cuatro camas, por el irrisorio precio de 300 yuanes la noche.
Entramos a comer en un sitio cerca del hotel y, mira por donde, aquí lo que no conseguimos ha sido agua o té para la comida, tan sólo había cerveza y aquello picaba de lo lindo, con lo que apenas pude tomar bocado.
Por esta región se ven tipos diferentes, de caras más anchas y piel más oscura, también, en general, están un tanto más gruesos.
Debemos estar en la zona comercial de la ciudad, desde la habitación se escuchan los altavoces de los grandes almacenes, con su musiquita que interrumpen para decir algo que bien pudiera ser el anuncio de algún producto o... cualquier otra cosa.
Cambiando de tema, para mi desgracia, aún no he visto a un solo chino, varón, de aspecto mínimamente atrayente, más bien me desagradan, sin embargo, ellas, son preciosidades generalmente.
Creo que ya es martes y llevamos casi diez días de viaje, seguimos en Luoyang. La mañana es dedicada a visitar las cuevas budistas, a unos quince kilómetros de la ciudad, a las que conseguimos ir en autobús después de discutir el precio con varios taxistas, comida en el hotel y siesta para tratar de remediar la jaqueca que aún persiste.
Demasiado sol probablemente. Grutas Longmen en Luoyang, China. En esta montaña, junto al río Yishui, hay más de 2.300 cuevas con unas 110.000 imágenes budistas.Las Grutas de Longmen, o de la Puerta del Dragón. Absolutamente increíble el paseo por este lugar, me pellizco, no estoy soñando. El caso es que también el estómago me da saltitos. Algunas son muy pequeñas, no me imagino como se podía pasar la vida ahí metido un hombre. Esto parece una colmena fabricada para instalar personas.
Luoyang es una de las ciudades antiguas de China pero también es hoy (1998) de las más modernas. De gran importancia histórica, posiblemente tanto como Xian, pero sin muestra alguna de lo que fue anteriormente. La Luoyang de hoy es una pequeña capital de provincia con calles comerciales llenas de animación y muchos taxis amarillos, más incluso que en Pekin.
Tras pasar el domingo deambulando por Beijing y la nochecita de tren.... no sabría que decir que es lo que me parece este pedacito de ciudad que se ve desde la ventana del hotel.
Hay mucho ruido y mucho movimiento, un cierto caos, a primera vista por lo menos. Eso si, hemos conseguido una habitación que, en realidad, son dos comunicadas, con cuatro camas, por el irrisorio precio de 300 yuanes la noche.
Entramos a comer en un sitio cerca del hotel y, mira por donde, aquí lo que no conseguimos ha sido agua o té para la comida, tan sólo había cerveza y aquello picaba de lo lindo, con lo que apenas pude tomar bocado.
Por esta región se ven tipos diferentes, de caras más anchas y piel más oscura, también, en general, están un tanto más gruesos.
Debemos estar en la zona comercial de la ciudad, desde la habitación se escuchan los altavoces de los grandes almacenes, con su musiquita que interrumpen para decir algo que bien pudiera ser el anuncio de algún producto o... cualquier otra cosa.
Cambiando de tema, para mi desgracia, aún no he visto a un solo chino, varón, de aspecto mínimamente atrayente, más bien me desagradan, sin embargo, ellas, son preciosidades generalmente.
Creo que ya es martes y llevamos casi diez días de viaje, seguimos en Luoyang. La mañana es dedicada a visitar las cuevas budistas, a unos quince kilómetros de la ciudad, a las que conseguimos ir en autobús después de discutir el precio con varios taxistas, comida en el hotel y siesta para tratar de remediar la jaqueca que aún persiste.
Demasiado sol probablemente. Grutas Longmen en Luoyang, China. En esta montaña, junto al río Yishui, hay más de 2.300 cuevas con unas 110.000 imágenes budistas.Las Grutas de Longmen, o de la Puerta del Dragón. Absolutamente increíble el paseo por este lugar, me pellizco, no estoy soñando. El caso es que también el estómago me da saltitos. Algunas son muy pequeñas, no me imagino como se podía pasar la vida ahí metido un hombre. Esto parece una colmena fabricada para instalar personas.
Luoyang es una de las ciudades antiguas de China pero también es hoy (1998) de las más modernas. De gran importancia histórica, posiblemente tanto como Xian, pero sin muestra alguna de lo que fue anteriormente. La Luoyang de hoy es una pequeña capital de provincia con calles comerciales llenas de animación y muchos taxis amarillos, más incluso que en Pekin.
Los rostros de los hombres son aún más desagradables que los vistos hasta ahora, algunos dan miedo... caras horribles.
Dedicamos la tarde a pasear por lo que queda de ciudad antigua en Luoyang. Callejas estrechas, casas humildes, casi chabolas, con los suelos de tierra y todo de un color grisáceo. Muchos tenderetes de mil cosas, algunos artesanos... polvo y ruido.
Ni siquiera hay pavimento en las calles del centro "histórico". Sin embargo, los rostros allí me parecieron menos agresivos.
Tomamos un trolebús, larguísimo, articulado y conducido por una mujer, para volver al hotel y aquí mismo cenamos, una cena exquisita por cierto. Luego, nos subimos a la habitación con una pequeña botella de alcohol de arroz, de ocho yuanes, para charlar un rato.
Nuestro tren nos llevará al mediodía camino de Xian y, de momento, hacemos tiempo en la habitación, con las mochilas dispuestas, puesto que los alrededores del hotel ya los tenemos muy vistos y no tienen ningún atractivo especial.
Hemos conseguido los billetes y aún no sabemos ni como ha sido. Estos trenes, militarizados, son muy complicados de entender. Sales de la estación por una puerta pero no es por ahí por donde se entra.
Me alegro de salir de aquí, solamente las grutas se quedan grabadas en mi memoria, el ruido y la suciedad prefiero olvidarlos.
Dedicamos la tarde a pasear por lo que queda de ciudad antigua en Luoyang. Callejas estrechas, casas humildes, casi chabolas, con los suelos de tierra y todo de un color grisáceo. Muchos tenderetes de mil cosas, algunos artesanos... polvo y ruido.
Ni siquiera hay pavimento en las calles del centro "histórico". Sin embargo, los rostros allí me parecieron menos agresivos.
Tomamos un trolebús, larguísimo, articulado y conducido por una mujer, para volver al hotel y aquí mismo cenamos, una cena exquisita por cierto. Luego, nos subimos a la habitación con una pequeña botella de alcohol de arroz, de ocho yuanes, para charlar un rato.
Nuestro tren nos llevará al mediodía camino de Xian y, de momento, hacemos tiempo en la habitación, con las mochilas dispuestas, puesto que los alrededores del hotel ya los tenemos muy vistos y no tienen ningún atractivo especial.
Hemos conseguido los billetes y aún no sabemos ni como ha sido. Estos trenes, militarizados, son muy complicados de entender. Sales de la estación por una puerta pero no es por ahí por donde se entra.
Me alegro de salir de aquí, solamente las grutas se quedan grabadas en mi memoria, el ruido y la suciedad prefiero olvidarlos.
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