Pensé que iba preparada pero en ese concreto punto me pillaron desprevenida. El que la mujer tenga prohibido el cantar en Irán y que todas las cantantes femeninas estén ahora mismo en el extranjero era un dato que desconocía. No vi "Media luna" de Bahman Ghobadi, antes de salir de viaje.
Tan solo los hombres tienen ese derecho y hacen buen uso de él, cantan en los parques, cantan en las teterías, cantan canciones tristes, poemas sufís, me decían. Tenías la impresión de que todos andaban con el mal de amores agarrado en la garganta.
Prohibido cantar, prohibido bailar. Para mí es lo más parecido a decirme: prohibido respirar.
Aprendí una canción en parsi, muy conocida por todos y, por aquello de disimular. No tengo mucha idea de lo que decía, sonaba algo así como "agüelag leiri dusemj daraim geili", algo de amor, me dijeron y me fue muy útil para que los ceños no se fruncieran mucho cuando me daba por mover los pies.
Algunos jóvenes con los que tuve ocasión de conversar en el transcurso de tres o cuatro noches mágicas me dijeron que era, para ellos, lo más difícil de soportar: ausencia de música, el rock estaba prohibido, tanto como la homosexualidad, como el vino, más aún que las melenas sueltas.
Canté, cantamos, en lugares insospechados, canciones que creí que ya tenía olvidadas, cantos de mi tierra y, sobre todo, Paco Ibáñez, Joan Báez, Mikel Laboa, viejas canciones que necesitabas cantar para poder respirar. La ya lejana "canción protesta" surgía de forma espontánea, incluso en las mezquitas.
En cuanto vi que algunas mujeres enseñaban el flequillo, se atrevían a fumar en público y se quitaban el negro, aproveché la manta que le había sisado a la KLM para colorearme, hasta llegué a comprarme en un bazar, atiborrado de gente (tengo un poquito de fobia a las multitudes) un hermoso blusón verde, me quedaba grande pero... era verde.
En mi humilde opinión, los jóvenes y las mujeres son hoy, en Irán, algo que los mulahs deberían temer más que a ese terremoto que ya espera el país desde hace unos años.
En mi humilde opinión, los jóvenes y las mujeres son hoy, en Irán, algo que los mulahs deberían temer más que a ese terremoto que ya espera el país desde hace unos años.
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