Cero por cero es igual a cero, así se manifiesta la vida algunas veces, como si todo lo vivido fuera un cero que será lo que multiplicado por el hueco que reste nos dará el resultado final. Todo cero, casi cero, menos.... todo un cero.
Pero (siempre aquí, la esperanza, buena compañera) por los puntos suspensivos, por el casi, por el menos, que surgen sin buscarlos, no parece ser un cero absoluto, parece más bien un cero relativo.
Algunas veces, el cero, se esfuma de nuestra vista, de nuestra vida, como si se marchara de vacaciones y luego, un día cualquiera, por sorpresa, se nos vuelve a mostrar, cambiado, distinto, disfrazado. Y, entonces, nos creemos que el cero regresa convertido en “el otro”, el imposible de entender: el infinito, el ocho tumbado, que es algo así como dos ceros, pero unidos y decididos a echarse una siesta.
Y si, además, el lugar escogido para la siesta es el jardín botánico de Cerdeña, mañana te parecerá que el cero es mucho menos absoluto de lo que fue ayer.
Y si, además, el lugar escogido para la siesta es el jardín botánico de Cerdeña, mañana te parecerá que el cero es mucho menos absoluto de lo que fue ayer.
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